
Cuando nos despertamos en la mañana, nuestra sangre está a punto de agotarse de azúcar (carbohidratos). Si es que no alimentamos nuestro cuerpo, el cerebro se pone en estado de emergencia y ordena a la cortisona que saque las proteínas que pueda de las células musculares y hasta el colágeno de la piel, explica el doctor Jakubowicz
“Quien cree que no desayuna se está engañando: se come sus propias proteínas, se autodevora. La consecuencia es la pérdida de los músculos y colágeno”, nos advierte.
Lo peor –explica- es que cuando llega la hora de almuerzo, el cerebro “decide provocar intensos ataques de hambre y aumento del apetito, llevando a sentir intensos deseos por alimentos dulces, y sin poder evitarlo, uno empieza a comer con ansiedad todo lo que encuentra a su paso”.
Fuente: Otro blog sin gasolina
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